El castillo fue reconstruido en el siglo XIX sobre la antigua torre de los Butrón, una de las familias más importantes de la nobleza medieval vizcaína. Basándose en la fantasiosa arquitectura del romanticismo bávaro, su reconstrucción se centró en potenciar la atracción visual para honrar el recuerdo de la familia. Y así fue como la ostentación primó sobre la funcionalidad. Muros gruesos y poco espacio útil lo hicieron incómodo como vivienda. Habitaciones interconectadas y pasarelas al aire libre supusieron un grave impedimento para su transformación en centro hostelero. Y ahí quedó todo.
Este proyecto busca dar una nueva oportunidad a uno de los edificios más emblemáticos de Vizcaya, reimaginando su uso. Porque más allá de un Airbnb de lujo o de las ferias medievales que nos hicieron soñar de niños, sus murallas albergan un potencial que aún debe ser descubierto.
Aprovechando su localización y siendo un reclamo turístico en potencia, el castillo se transforma en un singular museo dedicado al arte emergente. Rompe con la idea casi sagrada del museo de arte contemporáneo como cubo blanco a la vez que subvierte un espacio antaño reservado al poder de la región. Así, Butrón - Museo de arte emergente ofrece un entorno inusual para que la gente se acerque al arte actual.
Los aficionados al arte ya conocen a los clásicos. Ya han visto a Picasso, a Bourgeois y Koons repartidos en exposiciones permanentes de los mejores museos del mundo. Por otro lado, el gran público se relaciona con el arte esporádicamente, como al verse «obligados» a visitar los grandes museos de las ciudades que visitan. Sin embargo, la relación con el arte contemporáneo acostumbra a ser distante puesto que los grandes museos tienden a ensalzar la obra de artistas consagrados, relegando lo emergente a un segundo plano.
Butrón - Museo de arte emergente nace con la intención de dar visibilidad a artistas que aún no han alcanzado su madurez. Con el fin de mostrar joyas ocultas que aún poca gente conoce y ser parte de su futuro éxito. Un espacio para aquellos artistas que crean la contemporaneidad ahora.
La nueva identidad visual busca ensalzar la novedad procurando no romper del todo con el legado estético del edificio. Inspirándose en el carácter neomedieval del palacio toma elementos ya existentes para crear un sistema visual que actualice el imaginario del visitante. Diagonales omnipresentes en toda la identidad desgarran el tipo de letra gótico del logotipo. Junto a la paleta de color, procedente del blasón familiar de la casa de Butrón, la identidad proyecta en el exterior del castillo el contraste que crean la obras en sus distintos salones.
El museo no cuenta con exposición permanente, sino que cimenta su oferta en 6 exhibiciones bimensuales, con doce artistas invitados por temporada. Expresando esa mutación de la obra expuesta, la paleta de color cambia con ella. Y si rojo, blanco y carmesí proceden del pasado, los nuevos tonos miran al mundo digital, creando una paleta heterogénea que rebaja la dureza de la identidad y le otorga a la marca una personalidad mucho más actual.
Por último, las líneas diagonales se convierten en una constante en todas las aplicaciones de la marca, saliendo del logotipo para transformarse en un recurso visual flexible y maleable. Composiciones en rayo, en sierra, en bandera o simulando un butrón permiten a la identidad expresar disrupción y movimiento mientras hacen un guiño al castillo y a su historia.
A todos los artistas que me han dado el permiso para utilizar sus increíbles obras: Angus Scott, Bruno Pontiroli, Caitlin MacBride, Daniel Fleur, Elliott Verdier, Ioana Manolache, Julien Spianti, Janine Van Oene, Jim Mooijekind, Lorella Paleni, Roman Tolici y Victor Castillo.